domingo, 27 de abril de 2008

SERGIO, SEGÚN ANA

Conocí a Sergio en Madrid el 1 de Agosto de 1976. Por esas casualidades de la vida, tengo una foto de ese día: alto, delgado, guapo y con esos preciosos ojos azules… Pero lo más atractivo de él era su personalidad, su forma de ser: inteligente, divertido, tierno, cumplidor, detallista, genial, espléndido… “ARROLLADOR”.

Hasta 1979 no vinimos a Asturias. Aquellos años de la transición en Madrid fueron divinos. Ya entonces le tenían castigado en el trabajo y no le concedían el traslado a Asturias por sus reivindicaciones sindicales.

Ya aquí en Avilés se afilió a UGT. A lo largo de estos años de vida en común y trabajo sindical, me fue muy duro compartirlo con vosotros, amigos y compañeros. Sobre todo al principio. Con el paso de los años, entendí que era así y que no iba a cambiar. Alguna vez llegué a pensar que su hija y yo quedábamos en segundo lugar, pero sé que no era así, nos tenía ahí. Siempre que había algún compañero o amigo que le necesitaba, ¡allí estaba Sergio! Yo le solía decir que no sabía pronunciar la palabra NO, pero él siempre encontraba tiempo para compartirlo con vosotros o con alguien con quien se encontrara. Yo le decía que se enrollaba solo. ¿Sabéis lo que solía hacer para no enredarse por ahí? Cuando volvía de Oviedo, de la Federación, en la parada del autobús cogía un taxi para venir a casa directo. Os estoy hablando de 400 metros, sabía que si se encontraba con alguien, ¡ya estaba liada!

Hace dos meses fue mi cumpleaños. Nunca se le olvidó ninguno, aunque muchos años no lo compartió conmigo porque le coincidía con la reunión de la sección sindical en Madrid. Siempre tenía un regalo para mi. Este último cumpleaños me preparó una rica comida y me regaló una orquídea con un muñeco que era un diablillo rojo. Me dijo que el diablillo era él, estoy convencida que le gustó más regalarme el diablillo que la orquídea.

Son tantos los recuerdos que se agolpan en mi mente… Tengo miedo de perderlos y los estoy escribiendo para revivirlos.

Tenía tantas ganas de vivir… Decía que iba a llegar a los 150 años. Quería prejubilarse, marchar para Canarias, coger una barca y pescar con una caña sin anzuelo. También tenía pendiente, desde hacía 30 años, escribir un libro. Siempre decía que lo haría cuando se jubilara.

He tenido la suerte de ser su mujer, aunque últimamente no le abarcaba… Ha hecho que sus amigos sean mis amigos, anhelo vuestras vivencias con él y que yo me perdí. ¿Sabéis qué es lo mejor que me ha dado Sergio? Nuestra hija. No quiero llorar, quiero recordar y aunque hasta ahora he escrito para mí, ahora escribo para vosotros.



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